Ahora una pequeña entrevista improvisada

Aidan, ¿Puedes presentarnos a Liam Blake?

—¿Por qué debería presentarlo yo?

—Porque es una actividad interesante para saber cómo lo ves, que conozcan como luce a tus ojos. Ay, solo hazme caso.

Aidan se cruza de brazos, lleva la cámara en el cuello y arruga la nariz.

—Es un idiota, no se dejen engañar. De lejos, muuuy lejos, parece amable, y dulce y del tipo casero. Ya sabes esos que se levantan antes que tú para prepararte el desayuno. Y no es tan guapo como parece de lejos. Es decir tiene unos ojos preciosos, de esos que te derriten si te miran de forma intensa. El problema es que te mire, no es que yo quiera que lo haga, solo es un comentario. Se mantiene en buena forma, asumo que nació con ese porte y cuerpo grande y duro. No lo toques ni lo compruebes ¿está bien? confía en lo que te digo.

—¿Qué es lo que menos te gusta de Liam?

—Nada me gusta de Liam, es terco, violento, impaciente. Demasiado rígido, se enoja porque dejo algo ligeramente fuera de lugar, no es divertido ¿Sabes que siempre se despierta a la misma hora, sin falta?

—¿Y te obliga a levantarte a la misma hora que él?

Hay una pausa.

—Bueno, no.

—¿Y cuando despiertas ya ha hecho el desayuno?

—Bueno, sí.

Otra pausa.

—Mejor continuemos, ¿Qué es lo que más te gusta de Liam?

—¿Él va a leer esto?

Miro a Aidan, parpadeo sin querer contestar. Él me alza sus cejas esperando una respuesta antes de continuar.

—No, no va a leerlo.

—¿Alguien más va a leerlo?

—No, Aidan. Nadie va a leerlo.

Le miento, porque soy mala y porque, agh, niño malcriado. Además, le acabo de decir que es para los lectores, que él no preste atención no es mi culpa.

—Bueno, él… —Aidan se pone rojo, desvía la mirada, juega con la cámara—. Él es como piso firme. Estar con él se siente seguro, por más ilógico que suene. Me hace querer hacer mi hogar donde sea que él esté, es mi casa. Lo ha sido siempre, incluso cuando no lo conocía bien. Tiene defectos, hay cosas de él que no soporto como que sea un bruto insensible. Pero si extiendo mi mano presiento que no dudaría en tomarla, que él también me buscaría, que él también se siente en casa conmigo.

Sus ojitos se ponen llorosos, no lo miro mucho porque sé que no le gusta que lo vean llorar a menos que seas muy cercano a él.

—Me divierto cuando estoy con él, no temo ser como soy porque él no me juzga. Él acepta a las personas, las quiere y está con ellas hasta el final. Quiero que esté conmigo hasta el final.

¿Qué dices, Liam? ¿Cómo describes a Aidan Wright?

—Un problema con piernas. Un dolor de cabeza.

—¿Solo eso?

—Demasiado desobediente para mi gusto.

—Bien bien, ¿Cuáles son tus gustos?

—No tengo gustos particulares, no pienso mucho en eso.

Liam se reclina en el asiento, se quita los guantes y los mete en el bolso de su chamarra.

—¿Alguna cualidad que veas en él?

—Habla mucho, pero entre sus tonterías también dice cosas que… yo no diría, pero que tienen sentido. No sé como explicarlo. Es bueno hablando de sentimientos. Y aunque es irreverente, supongo que nunca he visto a alguien así de… no sé, esto no es lo mío.

—¿Extraño, raro, insoportable?

—¿Qué dijiste?

Su tono se vuelve frío.

—¿Divertido, infantil, alegre?

Liam frunce el ceño, saca un cigarro.

—Diré que hacía mucho tiempo que no me reía, supongo que ser tan infantil lo hace desesperante y divertido.

—¡Entiendo! Y…

—Carajo, Aidan. Deja de tomarme fotos.

—¡Te estás poniendo rojo! —dice Aidan que ha interrumpido la entrevista, se sienta en sus piernas con una sonrisa.

—¡No lo estoy!

Sí lo está, desde el cuello hasta las orejas pero no lo digo. No me gusta darle la razón a Aidan.